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El año que acabamos de despedir ha dejado ha millones de niños y niñas sin poder asistir a las aulas escolares por culpa de las restricciones que ha impuesto la Covid-19. No solo han sufrido tres meses de confinamiento domiciliario, sino que el curso se ha vista perjudicado en diferentes ocasiones por el aumento de contagios.

Esta nueva realidad ha acelerado la digitalización y, gracias a las herramientas tecnológicas, la formación a través de la pantalla ha sido posible. No obstante, este hecho también ha supuesto que muchos infantes y jóvenes no tengan acceso a la educación online, con lo que la brecha digital y las desigualdades sociales han sido más evidentes que nunca.

Además, ha quedado demostrado que la presencialidad escolar es mucho más que el aprendizaje académico, ya que la socialización es esencial para el crecimiento de los más pequeños y el juego tiene innombrables beneficios para su salud y bienestar.

Otra desventaja de este formato educativo es el aumento del uso de las pantallas, suponiendo esto un claro incremento del tiempo dedicado a los aparatos electrónicos en sustitución de la actividad física y las horas de sueño. El exceso de exposición se asocia a un peor desarrollo cognitivo y socioemocional, y puede generar consecuencias negativas en las habilidades motoras, también en la salud ocular, y, a su vez, fomenta el senderismo. De hecho, es pertinente destacar que, a nivel nacional, previamente a la cuarentena, solo un 15% de los infantes utilizaba dispositivos como los ordenadores durante más de 90 minutos diarios; mientras que durante la cuarentena la cifra aumentó a un 73%.

Esta nueva realidad también ha supuesto algunos aspectos positivos a destacar, como la liberación que ha representado el hecho de no asistir a la escuela para aquellos menores que sufrían de abusos y exclusión.

Lo que realmente importa es apreciar la parte positiva y el aprendizaje que se extrae de estos hechos vividos, ya que con esta nueva modalidad online se ha aprendido a mejorar la capacidad de adaptación, la empatía, la resiliencia, a pasar más tiempo con la familia, a realizar tareas domésticas o a super el aburrimiento.

 

Los contagios provocados por la Covid-19 van en aumento y es importante mantener un control sobre la higiene de los más pequeños de casa como medida de prevención. Los niños y niñas deben tomar conciencia para evitar el contagio de enfermedades. Por esta razón, desde la Fundación Concepció Juvanteny queremos compartir una serie de consejos para inculcar hábitos de higiene a los más pequeños: 

  1. Limpieza de manos. Es el acto más importante y debe hacerse correctamente, espumando con jabón, enjuagando con abundante agua y finalmente secándose las manos con una toalla. Como punto clave, hay que conseguir que los pequeños perciban esta dinámica como una rutina divertida y no como una obligación.   
  2. Limpieza de dientes. La higiene bucal es esencial para la salud de los niños. El cepillo debe ser infantil y la pasta de un sabor suave. El cepillado debe repetirse al menos dos veces al día, preferiblemente por la mañana y antes de acostarse.
  3. Una ducha o baño para mantener el cuerpo y cabello limpios. Después de un largo día lleno de juegos y actividades, los niños deben eliminar la suciedad con la combinación de jabón neutro y agua tibia. Se desaconseja el uso de esponjas. Debemos recordar que la piel es una de las primeras barreras del organismo para protegernos de cualquier agresión externa. 
  4. Sonarse con pañuelos de papel. Es preferible eliminar la mucosidad con papel porque el pañuelo es desechable y de un solo uso.
  5. Cubrirse la boca al estornudar, siempre. Los pequeños deben interiorizar que deben cubrirse la boca con el interior del codo al estornudar, con tal de evitar el contacto de las manos con la cara.

Normalizar estas medidas es esencial para poner fin al virus, y es trabajo de todos adoptar una buena rutina de higiene entre la población para mantener nuestra salud y la de nuestro entornoCuidémonos para volver a la normalidad lo antes posible.