En 2020 se registraron 15.688 notificaciones por maltrato infantil en España, según el Boletín de Medidas de Protección a la Infancia del Ministerio de Derechos Sociales; y se identifica que 6 de cada 10 de ellos son diarios y tienen una duración mayor a un año. Pese a la gravedad de los datos, sigue siendo un tema tabú y complicado de detectar.
La mayoría de los casos tienen en común que los niños no cuentan con el acompañamiento de un adulto que se haga responsable de él, le atienda y le escuche. Esto hace que la escuela y los profesores se conviertan en un lugar de aprendizaje, descanso y referencia. Un espacio en el que aprenden, crecen y están acompañados de personas referentes que los escuchan. Por eso es muy importante la figura de los profesores y su formación para ser capaces de detectar este tipo de situaciones.
Para proteger y ayudar a estos niños y niñas a salir del miedo y del silencio, es primordial conocer los estudiantes personalmente, sus nombres, entornos, manera de ser y de gestionar los sentimientos. Conocer las conductas del niño permite ver cuándo hay cambios físicos, emocionales o de comportamiento, lo que puede ser una señal evidente que está habiendo una situación que está fuera de los esquemas.
Los profesores, junto con el entorno del menor, tienen que involucrarse en la vida del niño o niña y tomar las medidas adecuadas para prevenir el abuso sexual que, en la mayoría de las ocasiones, se produce dentro del mismo foco familiar. Es muy relevante la educación en el aula sobre lo que se puede hacer, lo que es aceptable que pase, y lo que no. Las persones adultas de referencia tienen que explicar los límites y hacer entender a los más pequeños qué es correcto que pase y qué no: por ejemplo, que nadie puede tocarles sus partes íntimas, que no tienen que soportarlo y que si se da la situación, tienen que levantar la voz y explicarlo.
En el caso de conocer una situación de abuso sexual a un menor, es crucial no victimizar el niño. Son acontecimientos traumáticos que necesitan un tratamiento experto, pero sí que se tienen que denunciarse inmediatamente y no esperar que lo haga otro.
En cuanto al proceso de tratamiento, hay que asegurarse que la víctima recibe todo el apoyo necesario para hacer frente a la situación. Terapias como AIDA, creada por la Fundació Concepció Juvanteny, no trata, sino que repara a las víctimas y empodera a los niños y niñas para que identifiquen y hagan públicas las posibles situaciones de abuso.